Pasan por nuestra vida miles de personas que nos dejan huella sin saber muy bien por qué. Tanto en el plano personal como en el laboral tomamos en cuenta y valoramos los aspectos que más nos atraen de alguien, ya sea el físico, la inteligencia, la educación o la simpatía que genera en el ambiente.

 

Siempre buscamos personas que nos complementen o mejoren, que nos infundan seguridad y confianza. Ahí radica el eje sobre el que basamos la mayor parte de nuestras relaciones sociales.

Todos tenemos unos talentos que aprovechamos a lo largo de las distintas etapas de la vida. Pero en donde realmente se reflejan muchos de ellos es en el mundo laboral. En épocas anteriores estaba muy restringido el acceso a un trabajo creativo, instintivo o artístico, pocos eran los que podían vivir de ello y destacar. El talento se reservaba para unas áreas muy concretas que no solían ser bien vistas. Con el tiempo y el paso de los años el mundo laboral ha ido evolucionando y en la actualidad las empresas buscan gente con mucho talento, con grandes capacidades intuitivas y con una forma de ser capaz de adaptarse a los cambios y ofrecer soluciones a los problemas que surjan.

Los directivos no han sabido apreciar hasta ahora el potencial oculto en los trabajadores tranquilos, prudentes, con empatía, iniciativa y educación, todo ello unido a una formación académica sólida y una experiencia generosa. Ya no se lleva el líder carismático, de fuerte carácter y ceño fruncido, tampoco se estilan los grandes genios incapaces de tolerar la presencia de otros o aquellos empleados obedientes, resignados y sacrificados que daban su vida por la empresa.

El talento tiene que ir acompañado de buen talante, sin duda, una personalidad negociadora, dialogante, y proactiva. Los jefes ya no son tan jefes y por ello crean equipos de trabajo donde todos participan por igual, donde todos aportan por igual, y donde todos se sienten integrados y motivados.

Las sociedades están despertando el lado imaginativo de las personas, y la empresa no se queda atrás. Aquí entra en acción el talante, la capacidad de reinventarse, de generar ideas, y pasar a la acción. El futuro nos está marcando ya el camino, y no hay tiempo para contemplaciones. Todos tenemos mucho talento y podemos trabajar y desarrollar nuestro talante para que seamos capaces aportar a la sociedad lo que va ésta va demandando.

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