¿Podrían ser los jugadores quienes supervisasen y dirigiesen el trabajo de sus propios entrenadores? ¿Qué la aportaría a un entrenador aplicar las herramientas que el coaching ofrece a ejecutivos y deportistas de élite y que tan efectivas resultan a la hora de incrementar las cifras de negocio o ganar premios y medallas? ¿Por qué no contratar un coach para entrenadores díscolos y que destacan por sus comportamientos disruptivos y caprichosos?

Un ejemplo claro de falta de liderazgo y carencia absoluta de aptitudes personales para las relaciones socales lo hemos visto en Mourinho, un entrenador galáctico considerado en su momento como la gran esperanza que el tiempo tornó en hombre adusto, eternamente malhumorado, escéptico y carente del más mínimo sentido de la diplomacia, al que le costó ganarse la confianza de sus jugadores, se enfrentó a sus directivos y desafió a los aficionados, todo en un mismo pack.

Tanto si te contratan como entrenador, como directivo de empresa, como responsable de departamento e incluso si eres tú el jefe, necesitas manejar herramientas para liderar un equipo y sacar lo mejor de cada uno para conseguir el máximo rendimiento.

A Mourinho le hace falta un coach, eso es seguro, alguien que le conecte en el plano humano, que le haga ser consciente de cómo tolerar la incertidumbre y la frustración, de qué manera procesar lo relevante, cómo tomar decisiones acertadas, solidarias y beneficiosas para todos. Le haría avanzar por un camino más definido y creativo, sin dejar de ser flexible y aprendiendo a desenvolverse en el complicado mundo de las relaciones interpersonales.

La historia nos recuerda la experiencia de grandes genios incapaces de mantener una conversación con otra persona, o no aptos para establecer una relación de pareja, o incapaces de comunicar en público sus logros.

El miedo a mostrarse como realmente es paraliza y contrae, anula y rompe, cierra puertas y genera enfrentamientos. Se convierte en un círculo vicioso del que no podrá salir hasta que no sea consciente de que le está haciendo daño.

Si yo fuera director deportivo o presidente de un club de fútbol y tuviera que contratar a un entrenador, le pondría un coach a su lado. Sería una inversión segura que además de triunfos me aseguraría fama mundial y notoriedad profesional.

Poner un coach en la vida de cada persona es una apuesta segura para el cambio, una forma de garantizar nuestros logros.

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