Quien diría que una niñera que lleva picotas en el sombrero podría ser precursora del método de crecimiento personal más revolucionario del momento.

Pero sí, yo creo que Mary Poppins fue la primera coach de su época, y que ejerció un proceso individualizado, ordenado y con una metodología para ayudar a los miembros de la familia Banks a trazar su plan de vida y a concretarlo.

 Aunque no se llamaría así, ya que es una disciplina relativamente joven y en pleno proceso de crecimiento, esta coach de la Disney consigue liberar a la familia de sus divergencias, encuentra nexos de unión para que juntos vivan su aquí y ahora del proyecto familiar o laboral, y los personajes terminan la película con una conciencia más ampliada.

En definitiva, Poppins les ayuda a buscar el camino más eficaz para alcanzar los objetivos fijados, usando sus propios recursos y habilidades.

Y lo demuestran cada una de las enseñanzas que divulga en sus canciones, bajo la idea base de que todo trabajo tiene algo divertido, y si lo encuentras en un instante se convierte en un juego.

La nana más famosa del cine alaba el valor del trabajo en sí mismo al margen de categorías profesionales, y defiende la importancia de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Mary Poppins no dicta el cambio, más bien te abre ojos a las posibilidades alternativas, siendo capaz de satisfacer las necesidades de cada uno y viendo cómo responden.

Sean teorías fundadas o no, es un hecho que el desorbitado nivel de éxito y de ingenio de Mary Poppins ha llegado hasta nuestro tiempo, lo que difícilmente puede pasar desapercibido.

Me quedo con su lección más internacional: nada es tan malo que no se pueda asumir con visión positiva, recuerda que «con un poco de azúcar esa píldora que os dan… pasará mejor».

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