De vez en cuando me sitúo en Modo «fantasía» y observo la vida con los ojos de un animal simpático como la zarigüeya, un personaje histórico o una criatura de ficción. Parece que me evado, pero se trata de activar la imaginación, un ejercicio de trabajo imprescindible para aportar el entusiasmo y la energía que necesitamos para llevar a cabo los proyectos.

La imaginación es la capacidad más extraordinaria de los seres humanos, nos permite manipular la realidad para crear, nos hace idóneos para inventar herramientas, capaces de pensar de forma científica o crear obras de arte. «Si puede imaginarse puede hacerse» decía el escritor Julio Verne, y lo demostró en su obra «20.000 leguas de viaje submarino» al anticiparse a la invención del submarino.

Imaginar nos sirve para aprender, para visualizar el autocontrol y resolver situaciones de la vida cotidiana. Para ponernos en el lugar del otro, para viajar más barato…, para ser felices. Con la imaginación «sale de la nada un mundo», y «en momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento», apostillaba Albert Einstein.

Y como todo lo divertido en la vida, la creatividad gusta de jugar en equipo. Los expertos aseguran que el pensamiento creativo no surge del esfuerzo individual sino de la colaboración, de combinar las ideas de las personas. Una sesión de trabajo grupal para este fin puede ser tan relajado y ameno como productivo si entre todos ponemos a centrifugar nuestra creatividad.

Es esencial que los negocios sigan nutriendo la imaginación: no sólo para sobrevivir sino para emprender, para ser innovadores, para llevar las ideas a la práctica, para prosperar, para avanzar.

A partir de hoy, colarse en las escenas de aventura de El Señor de Los Anillos, convertirse en una criatura voladora o viajar hasta nuevos mundos inexplorados puede significar «Atención: estamos trabajando».

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